Por Javier Rivero.
Ya son 27 296 los cubanos que de una forma u
otra han logrado acceder a los Estados Unidos en lo que va del año 2015, la
mayoría lo hizo obligado por la precaria situación que los agobiaba cada día,
entre esos me encuentro yo.
Muchos no lo lograron, es triste hablar de
esto pero es la realidad. No me queda dudas de que aun cuando la posibilidad de
la muerte siempre acecha a los que se atreven a esta aventura, siempre habrá
quien lo continúe intentándolo. Lo más triste, desgraciadamente, no termina
ahí. Lo más triste de todo, sin lugar a dudas es que siempre habrá quien
continúe pretendiendo vivir a expensas de este sueño que es de todos por
derecho y como sueño al fin, no debe tener precio.
Aunque mi tierra natal es Caibarién, me
siento villaclareño y como tal obró desde el mismo día que llegue a este país,
tratando de solidarizarme con cuanta persona llega desde esa región de la cual
me siento tan orgulloso. No tanto ahora que me cuentan sobre algunos coterráneos
míos que sin piedad agobian la vida de alguien a quien recién conozco y que por
lograr su objetivo de huir de Cuba ha comprometido su futuro y el de su familia
al contraer una deuda de cerca de 40 mil dólares.
Sin temor alguno, hoy revelo la identidad de
quienes en algún momento sufrieron la desidia de un viaje incierto y que ahora
lucran con la desesperación sus hermanos.
Según me cuentan Leonardo Cabrera León y Michell Sosa Rodriguez sufrieron en carne
propia la desdicha de los cubanos de la isla. Sin otra alternativa se dedicaron
a la dificil labor de la pesca lo que les posibilitó adquirir la embarcación "Abismey" y en algún momento pudieron escapar y
llegar a Miami. Desgraciadamente esta aventura les ofreció una visión torcida
de lo que significa la emigración para los cubanos y sin pensarlo dos veces han
comenzado una carrera de confrontación al humanismo y a la solidaridad lucrando
desmedidamente con la desgracia agena.
Leonardo Cabrera
y Michell Sosa de 29 y 42 años respectivamente, hoy son lancheros y traficantes de personas y drogas radicados en Miami. Ya no es
la precariedad de los cubanos lo que los mueve, ahora piensan en grande y
grande será la decepción en el momento de sus caidas. Sin dudas sus coterraneos
de Sagua la Grande ya estarán pensando en ellos como vía para escapar del
infirno en que viven, pero no lo harán conformes sino resignados a someter sus
sueños a la codicia de quienes fueron en algún momento sus hermanos y compañeros
del barrio.
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